¿Alguna vez has confiado en una bebida energética para superar un reto en la montaña?

Déjame decirte que las alas del Red Bull no siempre te llevan a la cima.

Te cuento.

Antes de dedicarme profesionalmente a ser guía de montaña, unos colegas del grupo excursionista y yo decidimos cruzar Sierra Nevada de norte a sur.

Íbamos a lo grande. Éramos un grupo pequeño, llenos de ilusión, y teníamos un colega que juraba tener el mapa perfecto y saberlo todo. Spoiler: no tenía ni idea.

Aprovechamos el puente del Pilar, con la confianza por las nubes. Llegamos al refugio Postero Alto en todoterreno; todo iba sobre ruedas. Pasamos la noche allí y, al día siguiente, comenzamos nuestra travesía. El guarda nos dio unas indicaciones, el cielo despejado, temperatura ideal. Parecía que nada podía salir mal.

Nuestro plan era ambicioso:

Nuestro plan era ambicioso: conquistar todos los picos de 3.000 metros hasta Lanjarón. Subimos al collado de Trévelez y seguimos hasta las Piedras de los Ladrones. Ahí tuvimos que parar; nuestro compañero ya mostraba signos de agotamiento. Sacó un Red Bull, se lo bebió de un trago y pareció recuperarse. Pero sabíamos que esa energía era pasajera.

Le sugerí que volviera al refugio, que no tenía pérdida. Pero se empeñó: que podía seguir, que aún le quedaban fuerzas. Spoiler otra vez: no las tenía.

Una Amiga Inesperada

Hasta aquí, todo dentro de lo previsto. Pero llegó la hora de comer y queríamos hacerlo en la cima. Entonces apareció una niebla densa que nos envolvió por completo. Vimos un punto geodésico y asumimos que estábamos en el lugar correcto. Error. Estábamos más perdidos de lo que creíamos.

Aquí empezó lo realmente complicado. El «mapa» de nuestro amigo resultó ser uno de toda la provincia de Granada, escala 1:200.000. Para orientarse en la montaña necesitas al menos uno de 1:50.000. El nuestro servía para hacer aviones.

Sin visibilidad y sin un mapa decente, buscar nuestro destino era como encontrar una aguja en un pajar. Y, para colmo, la noche se nos echaba encima sin avisar.

Vivac a 3000m

Montamos un vivac a mas de 3000m. improvisado con una lona bajo una roca que apenas nos cubría. Y la situación empeoraba. Mis compañeros llevaban sacos ligeros, de verano, sin funda de vivac porque, ingenuos, pensábamos dormir en tiendas ya instaladas en la laguna. Tuve que prestar mi funda a uno de ellos; Al menos yo tenía un saco de plumas.

Al atardecer, la niebla se disipó. Ahí estaba, justo abajo nuestra, la Laguna de Juntillas. Pero decidimos no movernos. La vista de la sierra era impresionante: La Atalaya, El Cuervo, La Alcazaba… Como si pudiéramos tocarlos con las manos.

Pasamos la noche a casi -20 °C. El agua se congeló dentro de las cantimploras, incluso con funda isotérmica. A la mañana siguiente, el hornillo nos salvó con un café caliente. Y continuamos: Cerro Pelado, La Atalaya, El Cuervo… La Punta de Vacares estaba cerca, pero nos quedamos sin agua. Bajamos 1.000 m. de desnivel en busca de un arroyo y seguimos el curso del río Trévelez hasta un barranco que nos ofrecía subir a la Alcazaba.

La Alcazaba o Trévelez

Al llegar al barranco, nuestro compañero agotado (si el del Red Bull) confesó que no podía más, que se sentía fatal. Y volvieron las tensiones. El del mapa y su hermano querían seguir adelante y que él se fuera solo a Trevélez.

Me planté: no podíamos dejarlo solo, sería una imprudencia enorme, y si algo le pasaba, lo lamentaríamos para siempre. Así que decidimos ir todos hasta Trevélez.

Aprendiendo a la fuerza

Así terminó nuestra aventura, antes de lo previsto. Todo por no planificar bien y confiar en soluciones rápidas como una bebida energética.

La montaña no perdona. Te pone a prueba, y si no estás preparado, pagas las consecuencias.

Por eso te lo digo: no cometas nuestros errores. Prepare su actividad hasta el último detalle. No dejes nada al azar. Y, sobre todo, lleva el material adecuado.

En materialdeescalada.com sabemos de esto. Tenemos todo lo que necesitas para que tu próxima aventura sea segura y disfrutable. Porque la montaña es maravillosa, pero hay que respetarla.

No hay margen para improvisaciones.

Francisco Beltrán

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